Page 14 - Boletin SEHH Enero - Febrero 2017
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¿Qué le sugieren los si- guientes nombres? ¿Ciril Rozman?
Es un amigo, además de él he aprendido muchas cosas y tengo con él una relación especial desde que vino, que se ha mantenido a pesar de la distancia. Con él y con todos sus familiares. Es el hombre que impulsó la Hematología española hacia fuera y desa- rrolló plenamente los congre- sos nacionales.
¿Antonio López Borrasca?
Paisano extremeño y amigo. Empecé con él, lo conocí en la Trinidad, con Peláez, marchó pronto a Pamplona y al volver me integré en el servicio del que era jefe.
¿Se considera discípulo de alguna escuela?
Pues no, porque he aprendi- do de mucha gente y nunca he sido médico de un libro ni de un maestro solo. En mi formación también influyó Fa- rreras, el grupo de la Funda- ción Jiménez Díaz, la escuela de Barcelona, con los doctores Montserrat y Hernández Nie- to, también recibí alguna for- mación en los primeros años del valenciano Forteza Bover o de la doctora Woessner, y después, claro, de los compa- ñeros/as de Salamanca.
La minuciosidad del labora- torio, ¿la ha aplicado al res- to de órdenes de su vida? No, creo que no. En la vida no se puede ser tan preciso, tan cuentagarbanzos, hay que ser un poco elástico.
Su faceta de profesor de Me- dicina y Enfermería, ¿cómo la define?
Bien, procuraba dar criterios y principios, prefería que no cogieran apuntes, que aten- dieran. Quería despertar en ellos el interés, porque las co- sas suficientemente explica- das en los libros es mejor que el alumno las estudie por su cuenta. Hay que darle criterios y no normas. Una norma sin criterio puede ser un desastre. Me preocupaba mucho. No sé si lo conseguiría o no, lo de- ben decir los alumnos.
He aprendido de mucha gente, nunca he sido médico de un libro ni
de un maestro solo
Asistencia o docencia, ¿con cuál se queda?
Una docencia sin asistencia no tiene sentido. Hay que com- paginar. La docencia te obli- ga a ser preciso y riguroso, no puedes decir tonterías, tienes que afinar. Eso de un púlpito sin tener nada que hacer... creo que no tiene sentido.
¿Nunca aspiró a más en la universidad?
No, la verdad es que en la uni- versidad siempre he hecho lo que he querido y lo que me ha interesado. Llegué a un nivel en el que podía tener mi in- vestigación, mi docencia y mi independencia como titular y con eso me he sentido satisfe- cho. Además el querer aspirar a otra cosa me podría haber obligado a salir de aquí, cosa que no quería. Tuve alguna
oportunidad, pero no quise, porque a ciertas edades no conviene empezar de nuevo.
¿Los mayores éxitos de su carrera?
No sé (Se ríe). Tampoco he puesto la carrera como una competición. Me he encon- trado bien, a gusto, he he- cho cosas, los que han estado conmigo creo que también, he dado oportunidades... no he tenido que salir apoteósi- camente nunca.
¿Los mayores fracasos?
Tampoco creo que los haya tenido.
¿Un cura lo tiene más fácil en la vida?
No, creo que no. En algunas cosas sí, pero en otras lo tie- nes más difícil. Te examinan doblemente. Al ser cura te puedes sentir objeto de cu- riosidad, aunque después a lo mejor te dicen que no pareces cura, con lo cual no sabes si enfadarte o agradecerlo.
Lo decía por aquello de te- ner siempre a Dios a su lado. Los curas no tenemos a Dios más que los seglares, Dios está al lado de todos. Además, Dios no es un apagafuegos, los problemas los tienes que resolver tú.
¿Su postura ante la iglesia ha sido de sí a todo o reivin- dicativa?
Chersteston decía: “para en- trar en la Iglesia hay que qui- tarse el sombrero, pero no la cabeza”. Dios no quiere que no pienses. Algunas cosas te parecerán razonables y otras tonterías. A veces es difícil dis- tinguir, pero en último extre-
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