Page 16 - Boletin SEHH Enero - Febrero 2017
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  SU VIDA, en corto
Un cura de laboratorio, protagonista de
los inicios de la hematología en Salamanca
Agustín Ríos González nace el 13 de agosto de 1929 en Cáceres, en el seno de una familia de maestros. Su padre José ejerció como tal en distintas escuelas de Cáceres, Coria y Valencia de Alcántara, y su madre Antonia en casa, cuidando de sus cinco hijos, entre los que Agustín ocupa el segundo lugar.
De sus estudios primarios en Valencia de Alcántara tiene gratos recuerdos por su paso por el Grupo Escolar General Navarro y Alonso de Celada, “un grupo escolar bue- nísimo, con unas instalaciones estupendas y unos maestros excepcionales. Allí vi por primera vez un microscopio”, recuerda.
En Valencia de Alcántara vive hasta los 15 años, después se traslada a Cáceres, donde permanece hasta los 18 que llega a Salamanca, en 1946, para estudiar Me- dicina. Aunque apenas conocía la ciudad, contaba con las referencias de su herma- no mayor que ya se encontraba aquí es- tudiando Químicas.
Termina Medicina en 1952 y comien- za a trabajar con el Dr. Peláez Redondo, jefe de Medicina Interna del Hospital de la Santísima Trinidad. En septiembre de 1955, asegura, “lo dejé todo y empecé los estudios eclesiásticos en la Universi- dad Pontificia”, como consecuencia de su contacto durante los años de estudian- te con el instituto secular conocido como “Los Avelinos”, cuyo colegio estaba en lo que hoy es la Casa Lis.
Termina los estudios de Filosofía y Teo- logía y en abril de 1960 se ordena como sacerdote, oficiando su primera misa en la capilla de la Santísima Trinidad. “Más que cantarla, la berreé”, señala jocoso.
Sus comienzos como cura coinciden con su designación como capellán de la re- sidencia de estudiantes de Los Avelinos, situada en su actual domicilio en la calle Rector Lucena.
Se encontraba en estas ocupaciones, cuando el Dr. Peláez le propone hacer una tesis doctoral sobre algo relacionado con el laboratorio, “porque consideraba que como cura, estaba mejor recogido”. Esta propuesta significaría sus inicios en la Hematología, pues la oferta consistía en estudiar las células leucémicas. Bajo la dirección de Peláez empieza a trabajar en el Hospital Provincial, concretamente en el Instituto de Investigaciones Clíni- cas, donde coincide unos meses con el Dr. López Borrasca, de quien ya había sido compañero en la Trinidad.
Poco después, el Dr. Peláez solicita tras- lado a Granada y para cubrir su vacan- te llega a Salamanca el Dr. Farreras, que acabó dirigiendo la tesis de Agustín, titu- lada “Contribución al diagnóstico tipoló- gico de las células leucémicas” y conclui- da en 1963. Con la tesis había puesto en marcha nuevas técnicas de histoquímica, que despertaron el interés del profesor Genis Gálvez, catedrático de Anatomía que le propuso irse a trabajar con él al Departamento de Anatomía, donde esta- ban realizando estudios de embriología experimental sobre diferenciación celu- lar en embriones de pollo. Allí, en la vieja Facultad, conoce a su “amigo y compa- dre” el Dr. Almeida y a “un joven e in- quieto estudiante”, Enrique Battaner (ex rector de la Universidad de Salamanca).
Aproximadamente dos años después, el entonces rector Balcells le propone
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