Page 13 - Boletin SEHH Enero - Febrero 2017
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 de toda la sociedad, que ha afectado fundamentalmente a la familia, que es el lugar don- de pueden surgir las vocacio- nes. Pero sí creo que los que hoy se sienten llamados a ser cristianos comprometidos, lo son más seriamente que an- tes. El de antes era un cristia- nismo más sociológico y con menos compromiso personal. Ahora hay más compromiso personal, al margen incluso de la vida religiosa.
En el extremo opuesto, ¿cómo valora el exceso de médicos?
Está desapareciendo. El año pasado no se cubrieron todas las plazas del MIR, lo que quie- re decir que va a haber una falta de médicos y la razón es muy compleja. Aparte de que no hay suficientes médicos especializados, existe otra ra- zón: en España el médico está muy poco considerado y eco- nómicamente mal retribuido. El sueldo de un médico en el primer escalón no es superior al de algunos obreros. No digo que a estos no les paguen bien, pero la responsabilidad de un médico y las exigencias de estar al día, mantenerse en un continuo perfeccionamien- to, cuesta dinero.
La medicina de hoy, ¿qué sensaciones le causa?
Es más eficaz, pero menos romántica que hace 50 años. También es mucho más cara.
¿Qué satisfacciones le han reportado una y otra faceta de su vida? ¿La médica? Ver que las cosas te salen bien, que sirves, un enfermo que curas, que alivias... el trabajo normal de un médico.
¿Y la de cura?
La de ayudar a la gente, aunque muchas veces como cura lo que puedes hacer no sabes hasta dónde llega, no sabes si realmente le has ayudado o no.
¿Su maestro espiritual?
Don Avelino López de Castro, fundador de la institución a la que pertenezco. Lo cono- cí al llegar a Salamanca. Me marcó. Después son maestros míos los compañeros que for- man parte de la institución.
La relación médico-enfermo se ha hecho menos amistosa, más técnica, más fría y menos humana
¿Su maestro profesional?
Como médico clínico, de ver enfermos, sin duda, Peláez, y como médico de Hematología el que me dirigió la tesis, D. Pedro Farreras Valentí. Des- pués he aprendido mucho de mucha gente, que no puedo citar, porque me olvidaría de alguien y sobre todo los com- pañeros y compañeras que durante estos 40 años han estado trabajando conmigo en Hematología. Más o me- nos todos somos el resultado del contacto con los que te acompañan, te ayudan y con- vives, te van puliendo y vas aprendiendo de ellos, inclu- so de la gente joven. La lista comprendería veintitantas o
treinta personas, y entrarían médicos, enfermeras, auxilia- res, estudiantes, etc.
¿La opción de la Hematolo- gía a qué se debió?
Fue una casualidad. Simple- mente porque al principio empecé en el laboratorio de Hematología. A veces uno no es dueño de sus decisio- nes, son las circunstancias. A mí lo que me gustaba era ser médico, médico de tocar barrigas, no de laboratorio. Ser cura me llevó a ser médi- co de laboratorio y luego ya procuré yo salir de allí.
Aun así, algo tendría la He- matología para enganchar- le el resto de su vida.
La Hematología tiene una ven- taja sobre cualquier otra espe- cialidad y es que los hematólo- gos somos nuestros patólogos. Cualquier médico necesita el concurso de un patólogo o un analista para ver las lesiones de su enfermo, en cambio el hematólogo es él el que las ve. El mismo médico es el clínico yelpatólogoyesoledaun atractivo especial.
¿Sus aportaciones dentro de esta disciplina?
La fundamental creo que fue la de la tesis doctoral, la aplica- ción de la citoquímica al estudio diferencial de las células de las leucemias. Este método ayu- daba a distinguirlas, después se han implantado otros, como el estudio de los cromosomas, campo en el que también fun- dé un grupo, ahora pionero.
No puede negar que fue uno de los pioneros en la hematología salmantina. Sí, claro.
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