Page 11 - Boletin SEHH Enero - Febrero 2017
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   Con ese acento, no hay du- das de que es extremeño. Como paisano, me resisto a no comenzar preguntando, ¿en qué medida le ha mar- cado personal o profesio- nalmente esa sufrida tierra nuestra, aunque lleve fuera de ella prácticamente toda su vida?
Sigo siendo extremeño por los cuatro costados y por lo menos una vez al mes voy a Cáceres. Sigue siendo mi pue- blo. Siempre ha estado muy presente en mi vida.
Después está Salamanca, ¿qué le ha dado esta ciudad? Mucho, casi todo lo que soy. Vine a estudiar Medicina, pero después me encontré con la vocación de cura aquí. Esta ciudad me ha permitido las dos cosas. Creo que sola- mente en Salamanca se po- día simultanear esto. Algunos, con ironía y en tono jocoso, decían que sólo en Salamanca se podía compaginar la cien- cia y la filosofía y decían una verdad como un templo. Aquí he hecho mi vida.
Y usted a Salamanca, ¿qué le ha dado?
Una vez en una Junta de la Facultad se estaba dis- cutiendo si los que eran de Salamanca debían tener preferencia para estudiar en la universidad. Dije que me oponía, primero, por- que si eso hubiera sido así, yo no habría podido haber venido a estudiar aquí, con lo que se me habría causa- do un perjuicio, pero a la vez advertí que Salamanca también hubiera tenido un perjuicio al no haber podido contar con un profesor como
yo. Aunque era de broma, lo sentía así. No sé si le habré dado mucho o poco, pero sí lo que tenía.
¿Volvería a ella si retroce- diera para atrás?
Sí, sin duda.
Cura Ríos o padre Ríos, ¿qué tratamiento prefiere? Me da igual.
A fuerza de oír la palabra padre ¿se siente como tal? No, no creo que yo sea pater- nalista. Creo que la paterni- dad es otra cosa.
Creo que solamente en Salamanca se podía simultanear esto de ser cura
y médico
Entre sus hijos predilectos siempre han estado los uni- versitarios y los médicos. Bueno, pues no lo sé. Es cierto que los universitarios y los médicos son los que tienes más a mano, pero no he sido nunca elitista en ese sentido. Soy de toda la gen- te, aunque me revienta eso de “hijos míos”, me parece una tontería.
¿Cómo se lleva eso de ser prácticamente el único cura del hospital?
No pasa nada. Algunos se enteraban de que era cura luego.
Pero no puede negar que los médicos de Salamanca le han dado trabajo pasto- ral para dar y regalar.
He casado a muchos compa- ñeros y compañeras, he bauti- zado a sus hijos y les he dado la primera comunión. Para muchos he sido el cura fami- liar. Siempre he sentido ese calor familiar en Salamanca.
¿Y lo de ser capellán de la universidad más antigua de España, cómo sienta? (Se ríe) Ahora lo han arre- glado un poco, porque antes tenía remuneración del siglo XIII. Ya en serio, se lleva bien, aunque abruma un poco pen- sar que entre otros han des- empeñado este papel, San Juan de Sahagún, Fray Luis de León o los teólogos domi- nicos. Es la única universidad con capellán y la capellanía como tal la fundó Unamuno, que la proveyó de fondos.
¿Siempre quiso ser médico?
Sí, desde pequeñito. Lo tenía clarísimo. De tal manera que uno de los problemas más gordos para hacerme cura o no, era dejar la carrera de Medicina, pero después se arregló todo y pude tener las dos cosas.
¿Por qué médico?
Probablemente porque mi padre tenía un amigo médico con coche, un Fiat Balilla, de los pocos que había enton- ces. Don Alfonso fue de mé- dico a Valencia de Alcántara, me gustaba ir con él a las vi- sitas. Quería ser como él para tener un coche como él. Me gustaba aquello. Después, desde que fui médico hasta que tuve coche...
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entrevista











































































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